lunes, 6 de junio de 2011

Mi sueño, su voluntad.

Son muchos lo deseos, anhelos y sueños que nos mueven y que nos permiten llenar de emoción y constancia nuestra vida, nos muestran una nueva cara de la moneda en la que diseñamos un mundo nuevo, combinamos nuestros deseos con la realidad próxima, guiamos nuestros pasos hacia un sentido que tal vez y no sea el más viable pero que de cierta forma nos hace felices hacernos la idea que en un segundo todo cambie y se haga nuestra voluntad en ello o como muchos decimos: “se haga realidad mi sueño”. En medio de todo esto cabe preguntarnos ¿qué soñamos? Nuestra realidad es única, es un libro que seguimos escribiendo, un viaje que aun no termina; Vamos en búsqueda de la madre de los objetivos: “la felicidad”, y en el camino muchas veces olvidamos lo más importante… ¡Dios! ¿cómo pretender caminar si no es con él? En un mundo en el que hemos recibido la libertad ¿cómo no buscar la voluntad? esa voluntad sublime que nos guía por el camino correcto, nos muestra la verdadera batalla y nos da las armas para combatir en este mundo en el que muchas veces nos sentimos solitarios, sin camino, sin sentido alguno que nos muestre la pasión por la que vivimos, una pasión que se hizo eterna y perfecta en la cruz de Cristo; es la motivación lo que nos impulsa, inspiración de un solo Espíritu, promesa divina que el Señor nos legó. Es hora de entender que nuestros deseos no son nada si no vienen acompañados de la voluntad perfecta de Dios, que no vale la pena volar si nuestras alas no han sido dadas de lo alto y que simplemente el triunfo no es triunfo si no tenemos a Dios en nuestro equipo.

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